Los ascensores huelen a desconexión
y a perfume caro sin destinatario.
Se cruzan los vecinos como sombras
que no se tocan ni en los incendios.
A un “buenos días”, suena la notificación sin abrir.
Los balcones dialogan monólogos,
y las ventanas ciegan más de lo que iluminan.
La soledad aquí no es un estado:
es el ruido constante de un televisor
encendido en cada cuarto del alma.
Nos hablamos con emojis.
El tacto se murió de frío hace tres inviernos.
-En la lluvia claro está, aquí no cae nieve-
La risa se archiva en carpetas compartidas,
y el llanto -si llega-
se actualiza en la nube sin destinatario.
Hay miles de nosotros,
pero nadie conoce el color de los abrazos.
Multitud sin abrazo,
fiesta sin baile,
pueblo con WiFi, pero sin tribu.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.