Lavado de cabeza literal
por Wcelogan
No acaricies las palabras.
Hiérelas.
Mételes el dedo en la garganta
hasta que escupan lo que esconden.
Hazlas sangrar tinta negra.
Desnúdalas bajo lámparas rotas.
Vuélvelas presa.
Márcalas con tu nombre en la frente.
Si se entierran, ráscalas con uñas.
Si se resisten, muérdelas,
habla dentro de ellas
hasta que se quiebren.
A las que mienten,
átalas a una silla.
Míralas fijo
hasta que se desmoronen.
Hazlas gemir.
Hazlas crujir entre tus dientes.
No te apiades:
cargan siglos clavados en la espalda.
Que cada verso sea castigo,
una confesión arrancada,
una cuerda de oro y herrumbre
que las obligue a decir la verdad.
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La poesía ya no es (o no debería ser) un simple adorno, una repetición de flores marchitas o de metáforas que suenan “bonitas” pero no dicen nada nuevo. Si la poesía quiere seguir viva, tiene que incomodar, provocar, exponer lo que duele o lo que nadie quiere mirar.
Esa incomodidad es necesaria porque vivimos tiempos de saturación:
Saturación de imágenes vacías.
Saturación de discursos de consumo rápido.
Saturación de sentimentalismo superficial.
La poesía que saca al lenguaje de su zona de confort nos recuerda que:
✅ El lenguaje no es inocente.
✅ Las palabras son un campo de batalla.
✅ Nombrar algo puede ser un acto de violencia o de liberación.
Por eso muchos poetas contemporáneos usan crudeza, ironía, sarcasmo, o incluso obscenidad. No como rebeldía barata, sino porque:
🔹 Hay verdades que no se pueden decir con palabras suaves.
🔹 Hay emociones que necesitan ser mostradas en carne viva.
🔹 La comodidad adormece, la incomodidad despierta.
Si piensas en las luchas actuales (sociales, políticas, existenciales), la poesía no puede limitarse a un lugar decorativo. Tiene que:
🌿 Ser testimonio.
🔥 Ser denuncia.
âš¡ Ser un espejo roto.
La zona de confort en la poesía es ese lugar donde el verso no arriesga, donde todo suena bonito pero nada arde. Escribir desde ahí es repetir fórmulas, acariciar en vez de desgarrar. La verdadera poesía nace cuando se atreve a tambalearse, a fallar, a incomodar.
Este poema no fue escrito: fue extraído a la fuerza.
\"Lavado de cabeza literal\" es una forma de recordarme —y recordarle al lector— que las palabras no son inocentes.
Que no basta con escribir bonito.
Hay que abrirles la garganta, obligarlas a decir lo que ocultan.
Este texto es un interrogatorio poético: cada verso, un método. Cada imagen, un grito arrancado.
Porque si el lenguaje es cárcel, el poema debe ser motín.