A los amantes de este apasionante deporte,
llámense jugadores, árbitros, técnicos o afición
Corro sobre este suelo verde
en ocasiones grama artificial
que no intimida mis regates
ni mi entrega total
cuando defiendo mi arco
y a mis compañeros,
hermanos de lucha como si
fuésemos guerreros de terracota.
Dios, mi Dios
me ama tanto
que me ha hecho
a su imagen y semenjanza
al punto que visto
como viste Él:
Camiseta con dorsal,
pantaloncillos cortos, holgados
y zapatos deportivos con tacos.
Ataco a mis oponentes
y perforo su red
pues mi objetivo de guerra
es la gloria del Gol;
imposible no jugar con el balón,
fue mi compañero y amigo
cuando de muchacho,
flaco y larguirucho,
o bien pequeño y gordito,
sufría en silencio las burlas
de mis condiscípulos
en la escuela-cárcel.
Todo fue tan distinto
cuando llegué a la cantera,
allí sólo era yo, el balón,
mi talento
y mis hermanos de lucha.
El fútbol no es un deporte
es un combate con la vida
la rival más peligrosa,
peor que el PSG, el Bayern de Múnich
el Real Madrid o el Inter de Milán.
El público no sufre menos,
vi en la pantalla de televisión
las lágrimas de angustia
de una hermosa mujer
orando por su compañero,
su pareja y padre de sus hijas,
para que Ángel y Hombre
convirtiera aquel discutido penal.
Ser árbitro es aplicar justicia
es como ser juez frente a las sentencias
sólo que también en pantaloncillos cortos,
como Dios mismo, como Dios.
Al terminar los noventa minutos
ya no somos combatientes,
hemos dejado en el honroso campo
las rivalidades deportivas,
al término del juego
somos dos caballeros
e intercambiamos las camisetas,
debajo de ellas sólo hay piel,
sangre, músculo, huesos,
una sangre roja y espesa como la mía
la piel quizás sea más oscura o más clara,
eso no tiene importancia
es un deportista como yo
y al igual que mi persona
tiene afectos que le esperan en casa:
mujer, madre, hijos,
hermanos, padre, amigos,
perros, gatos, peces y hasta loritos.
OLLIN
09/07/2025