gaspar jover polo

EL ALEGRE PROFESOR

EL ALEGRE PROFESOR

 

El profesor Bernardino ya habrá muerto
seguramente, hace ya tanto de esta secuencia
que me viene a menudo al pensamiento: Bernardino
en clase con su chaqueta de lana, 
vestido como para andar por casa,
y con su camisa a cuadros y su estatura mediana,
y no demasiado pelo sobre las lentes de pasta
que con un dedo se sube de vez en cuando.
Hace ya mucho tiempo de entonces y, sin embargo,
tan fresco ha quedado el recuerdo, tan verosímil,
tan grato y fiel a sí mismo aquel profesor
de instituto… El cuello más bien anchote 
llenando el cuello de la camisa 
y con un niño pequeño, su hijo, 
sobre el que nos contaba anécdotas 
que mucho venían a cuento 
para ejemplificar los conceptos de la lección magistral.
Y con su poco pelo y una nariz más bien ancha
y una expresión alegre a pesar de las dificultades
con las que se enfrentaba a diario, 
aunque con plaza de profesor definitiva,
era algo así como un predicador laico
que se apartaba del dogma. 
El profesor Bernardino,
mejor que unas vacaciones,
podía parecer un hombre tímido que
avanzaba sin dogmatismos y que, amable en todo momento,
bajo cualquier circunstancia,
nos llevaba a la admiración.

 

Gaspar Jover Polo