EDGARDO

El corazón de piedra y llama

En el crisol del día, Dunia, ángel de nombre,

tu alma, un lienzo de penas, un dolor sin asombre.

Un hijo que se fue, un eco en el umbral,

dejando un vacío amargo, un adiós sin final.

Mas no te quiebras, no cedes, columna de hogar,

dos almas pequeñas te miran, te invitan a amar.

Yace tu padre, un soplo, atado a tu bondad,

su vida en tus manos, tu amor, su única lágrima.

La bondad, tu armadura, tu escudo leal,

se volvió herida abierta, un engaño fatal.

Garante de sueños rotos, de promesas vacías,

tu sueldo, un suspiro, ahogado en penurias.

La casa que fue nido, hoy yugo de sal,

Tu mensual al bien, un pago sin igual.

La recompensa vendrá a tu vida sonriente,

la balanza del alma, se alineará, para no ser tan hiriente.

La mano fracturada, un grito en la piel,

la clínica fría, un amargo sabor a hiel.

Problemas a diario, un eco más del pesar,

¿Cuándo, Dunia, cuándo, este drama ha de acabar?

Pero mira, guerrera, tu luz no se apaga,

en cada cicatriz, una fuerza se fragua.

Eres el Bosque de Piedra, erguida y tenaz,

esculpida en tormentas, con divina paz.

Tu resiliencia es río que fluye sin fin,

alimenta la vida, el nuevo jardín.

Por tus otros dos hijos, por tu padre que espera,

te alzas, Dunia, fuerte, cual nueva primavera.

Tu amor, no es en vano, aunque un alma no vea,

los otros lo sienten, la semilla ya crea.

Tu legado es el aire que respiran tus seres,

la fe que les brindas, los sueños que tejerás.

Permite el lamento, la lágrima que cae,

mas luego levanta el rostro, que el sol renace.

Tu mano sanará, el camino se aclarará,

y en cada amanecer, tu esperanza brillará.

Dunia de los Ángeles, no estás sola en tu andar,

tu historia es un himno, un faro en la mar.

Más fuerte que el golpe, más grande que el dolor,

eres pura esencia, un inmenso valor.