Nunca te pedí otra cosa;
más que el derecho de soñarte,
Siempre supe mi lugar,
y tuve que afanoso resignarme.
Pero por favor...no me pidas ahora
que trate de olvidarte,
Pues de tanto soñarte...eres de mi
y de mi naturaleza formas parte.
Sigamos nuestras vidas,
cada quien viviendo sus mentiras,
Tu me seguirás ignorando y yo,
soñando que eres mía.
Y si alguna vez sientes alguna
febril y furtiva caricia,
Sabrás que soy yo, el que a la orilla del mar
te manda esa caricia.