No colecciono premios, pero derrumbé gigantes.
adulaciones —un puñado en una mano—.
Emborraché la espada de mi poesía
con la sangre de mentiras degolladas sin piedad.
Nunca saboreé la fama, pero el cielo
me abrazó con mi legítimo nombre;
la certeza luminosa despuntó en el alba.
¡Viví mi poesía!
La vida escribió en páginas blancas,
y se derramó entre mis huellas y canas.
Por donde hubo cicatriz,
sufrí maldiciones propias...
y, aún así, me inundó el dolor ajeno.
¡No fue conformidad! Hallé paz y claridad.
Solo me quejaré si no tengo la vida por horizonte,
y el amor, como fuego que me inflama por existir,
me abrasa con vida eterna: no nací para morir.
¿De verdad quiero desaparecer?
El sentido de la vida es siempre vivir;
la muerte lo aniquila sin parpadear.
La oscuridad se cierne cegadora
elevada en la cima...
y aun así, oculta.
Aquí yaces...
tallado en la tumba
El buitre puede ser coronado;
a cambio yo soy devorado,
y al final, nadie mantiene su corona.
Vivir para chocar contra el muro de la nada
que recicla los huesos del ser, sin importarle.
¿Cuál es el sentido?
¿Para qué preguntar? ¿Para qué luchar?
¿Para qué reír, amar, dudar, llorar?
¿De qué sirve la resiliencia,
los médicos del cuerpo y del alma?
Y gocemos la muerte,
el dios de los que ya no desean respirar,
sin sed de justicia,
porque el sufrimiento, al final, es muerte.
\"Si vivir no es el sentido, nazcamos muertos entonces.\"
Si el mayor tesoro es amar y ser amado,
lo vacuo no tiene la última palabra, ni es juez.
Cuando el amor es verdadero,
no alcanza una vida para vivirlo,
para resistirlo,
aunque a veces duela mientras nos atraviesa al fundirnos.
Cuando el amor es real, una vida no basta.
Es entonces cuando queremos ser eternos.
Como lo dice el Espíritu con su voz:
\"El amor es más fuerte que la muerte
y la pasión más fuerte que el sepulcro.\"