Puedo perdonar mis heridas,
me estoy dejando de destruir en nombre del dolor y de la incomprensión,
haciéndolo por papá y por el abuelo,
por todos esos que están y han estado atrapados en una cruel, adictiva y destructiva danza,
pero sobre todo por mí.
Tan solo era una niña,
que se sentía sola y buscaba llenar ese vacío que no se llenaba ni con amor ni con esperanza,
de alguna forma lo sigo siendo,
pero aprendo,
aprendo a curar mis heridas,
a cuidarlas,
a no reabrirlas,
a perdonarlas.
A veces me equivoco y me hago daño y vuelvo a sangrar,
pero cada vez menos.
He decidido dejar de temblar y empezar a crecer,
dejar de desear y empezar a tener,
dejar de matar mi amor.
No quiero morir, quiero amar.