Si buscas explicación, solo vas a encontrar un susurro cansado,
porque las cosas inefables no se explican: solo se arrastran con uno,
como heridas que no sanaron nunca, pero aprendieron a respirar en silencio.
Si buscas mi corazón… lo único que queda es un vestigio,
un pedazo de carne que dejó de latir hace tiempo,
consumido por miedos que yo mismo alimenté
y por promesas que nadie vino a rescatar.
Murió sin que yo pudiera despedirme,
sepultado bajo recuerdos que todavía huelen a despedida.
Y de él... de él ya nadie sabe, ni siquiera yo,
que a veces me toco el pecho buscando un latido
y solo encuentro frío… un frío tan hondo
que me recuerda que sigo vivo por pura inercia.
No te acerques demasiado,
porque hasta el silencio que guardo
puede doler más de lo que imaginas.
Y aquí sigo, escribiendo poesía rota,
con el alma en vilo por un amor que se muere
y que, por más que duela, no puedo ni quiero salvar...