Amor, ¿cómo estás? Hablemos del mundo,
o creemos uno lindo y fecundo.
Y si no quieres hacerlo, nadie te obliga
a que seas mi medio mundo.
Quiero que me abraces hasta
que el corazón pida una tercera cita
en lo más alto de la Torre Eiffel viendo
el amanecer que se debilita.
Quiero que sigas hablando, disfruto
escuchando las ideas de tu cabeza.
Contigo hablando no tengo pereza;
la forma en que hablas es dulce como un fruto.
Me acuerdo, aquel día fue algo maravilloso.
Yo era un árbol sin hojas ni frutos, algo marchitado,
cayéndome a pedazos, y luego una abeja se posa a mi lado.
Sonríe y me pregunta si soy un árbol amargado.
Yo con pena respondo: \"Te confundes, soy miedoso,
no amargado, no me gusta el afecto por miedo a salir lastimado.
Hasta ahora no entiendo por qué te dije todo eso.
Te acercaste y dijiste: \"Ay, árbol, tus cortezas están duras
para ocultar tus rupturas\".
Mi mundo inició en ese momento,
ya que tú me quitaste aquel lamento.
Ahora quiero ayudarte a que tú des tu vuelo,
mi querida amada, mi dulce abejita, pica el cielo
como has picado este corazón envuelto.