El Cronista sin puerto

Cuando uno anda roto

Cuando uno anda roto,

cualquier abrazo parece casa.

Cualquier mirada, destino.

Cualquier palabra suave, promesa.

 

Y en medio del ruido,

aparece alguien que no es amor,

pero se le parece.

Porque el alma ya no distingue

entre refugio y espejismo.

 

Yo no la amaba.

Amaba la idea de ser amado.

De que alguien me viera

sin señalar mis ruinas.

 

Ella no era un puerto,

ni siquiera una isla.

Era una tormenta

en la que me dejé naufragar,

porque pensé que al menos el ruido

taparía mi propio grito.

 

Y me aferré.

No por amor,

sino por miedo.