Llena de errores, de experiencia y de gracia...
Así era, en su versión más humana, tan pura y tan basta,
con las justas ganas de presumir de elegancia.
Así, como un torbellino inmóvil, como un huracán que arrasa,
con la fuerza del león y la calma de la avutarda...
Así, tan misteriosa y tan clara...
Soledad, que aún sin querer dañar, arrasa,
y, una vez te toca, te cambia el alma.
Así es él, envuelto en misterio, mientras lee su guion,
un enigma que se desborda en su control,
hecho hombre en su forma más vana,
tan visceral que, al rozarte, el suspiro arrebata.
Inalcanzable, lleno de esperanza,
como alquimista de lo etéreo,
tan oscuro y deseado, así, tan mágico.
Y ahí está: el deseo desvanecido,
así es él, tan errático e imparable...
Es el tiempo, el cupido de estos dos,
que, cuando se atreve a juntarlos en un beso,
descompone sus ansias en llamaradas de venganza,
y tatúa con pasión lo que el viento alcanza.
Creando un nuevo ser y una nueva historia,
cargada de experiencia, sabiduría y memoria.
Y en ese latir intenso, crean los sueños...
Lo que estaba estancado, ahora gira de nuevo,
y lo imparable para en seco.
Y así, saciados de pasión, enmudecen y descansan,
dejando paso a la inmensa nada.
Sus caminos se bifurcan, y empieza la nueva cruzada,
deseando transformar con más fuerza y más garra.
Y así, como amantes sin tregua,
soledad y futuro se buscan, se encuentran,
se consumen y se sueltan.
El tiempo, eterno celestino,
los une solo en un instante de deseo,
macerando con fuego lo que estaba impostado.
Lo puro y lo bello estallan,
implosión del tiempo que,
en su lucha sagrada,
moldea mi carne,
transforma mi alma,
dejándome desnuda,
y expuesta para asumir la próxima afrenta.
El ciclo me espera, y sin parar,
gira la rueda...