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El duendecillo.

 

 

El duendecillo. 

 

  Caminado en el tiempo, muy atrás del recuerdo, tiempos oscuros e indescriptibles. Una vieja biblioteca, tan tétrica como antigua, en el corazón de una localidad, algo absurda en sus pensamientos como pérdida en el mismo tiempo, llamada raramente Villa Eluísa.

  Habita de un extraño duende a quien no le pondremos nombre alguno, ni diremos demasiado su historia. Encerrado en espacio y tiempo dentro de dicha biblioteca. Desde sus inicios ya hace tanto tiempo, al poner la primera piedra hechizada de su fundación que lo encerró justo ahí dentro, oculta a los ojos pero delante de todos….

  Hasta los antiguos Dioses viajaban a releer libro polvoriento envuelto en telas de araña de tanto descuido y olvido. Fue en ese lugar donde hacia sus jugarretas insoportables y a veces inoportunas, que este duendecillo reía y reía, hasta su eco en ese lugar vació parecía que tomaba vida y se multiplicaba.

 

  Quiso “el destino” descubrirlo escondido en sus diabluras, al pequeño duendecillo, y el amor rozara su corazoncito rebelde; una dulce niña llegara sus fríos ojos enamorar.

  Llegará la niña a complacer a este enigmático amor. El duendecillo reía y reía… mas nada le importaba que su reír.

  Encadenado a esa vieja biblioteca el no cambiaba sus inoportunas bromas por nada del mundo, caminaba sobre los libros y mezclaba sus hojas, borraba sus impresiones y extraviaba los libros, los cambiaba de estante y reía y reía…

 

  Su “pequeño amor”, como el la llamaba, callaba a sus travesuras, en una eterna sonrisa reparaba los maltrechos libros, reescribía los borrados.            Callaba feliz en sus besos y cariño que en el silencio del gran salón le brindaba.

  El reía y en su risa mas aun reía…, como este cuento que va pasando en el tiempo a paso lento inflexiblemente.

  La niña iba creciendo entre juegos, travesuras y besos, el reía y reía…

 

  Llego a ser con el paso del tiempo toda una mujer, la bibliotecaria y la dueña del viejo edificio para que no demolieran a causa de los juegos del duendecillo.

  Ese juego de amor quiso el destino, le rozara su conciencia y viera la realidad más allá de sus juegos, que fue marcando su larga vida.

  Buscó en un momento a su pequeño dulce amor, pero no lo hallo; buscaba sus rubios cabellos rizados y no los encontró, era ya una larga cabellera de mujer; miaba para encontrar los pequeños dulces ojos azules de niña y su silenciosa risa, encontró la mirada de una mujer.

  Unos segundos de conciencia y su risa mágica enmudeció, buscaba esos besos que lo hipnotizaba, que en sus juegos lo secundaba, no veía a la mujer que detrás de la niña ya estaba.

Llego en un descuido mirar esos ojos que lo miraban desde un rincón de un añejo escritorio con un extraño brillo… lo miraban con amor y suspiros…

 

-¡Esa es mi niña!- grito.

  La abrazo como quien hacia años no encontraba a su amor, la beso la abrazo con cada gota de su existir.

  Ya no reía y reía como lo hacia, ahora entre los brazos de esa mujer dejaba su existir y entre sus besos lloraba… el tiempo se le escapo durante muchos juegos. En esas jugarretas se olvidaba de simplemente amar un poco más cada día, no perderse las pequeñas cosas que te entrega la vida, aunque ahora llora… aprendió.

  No seguiré la historia pues quien me la contó se fue a jugar otra ves con su “pequeño amor”… aunque ahora para cada instante a mirar sus ojos y decirle cosas bonitas que solo quedaran entre ella y el…

Fin...

 

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