Y aquí estoy
Expiando la culpa de mi conciencia
A la espera del castigo del Dios justo.
Tanilo murió.
Y no volvió a mí el milagro de la vida,
ni Natalia.
Cruzamos el polvo,
le arrancamos la carne al camino,
le suplicamos a la virgen
con la boca sucia de deseo.
Él creía,
Nosotros no.
Cargamos su cuerpo y su fe
hasta que se quebraron las dos,
allí donde la tierra huele a sudor y penitencia.
Después…
ella se fue,
La culpa le carcomia la conciencia y de mi ni de zenzontla, ya nada quiso saber.
No dijo nada.
Ni falta hizo.
Yo me quedé.
No con ella.
No con Dios.
Con esto:
una culpa que no descansa.
Y se que tengo que pagar
Hasta el último pecado,
Con la sed de mi hermano
Y el peso de su muerte.