No es tu culpa… tal vez sea mía,
pero da lo mismo, duele igual.
Llegamos hasta aquí, y fue fuego,
fue piel, fue locura bendita.
Hoy solo quedan cenizas frías
donde antes ardía la ternura,
y dos bocas selladas por el miedo
de pronunciar el adiós definitivo.
Se nos murió el amor
como muere una rosa en invierno,
se marchitó entre la costumbre y la rutina,
y aquí estamos,
desnudos de esperanza,
aferrados a un nosotros
que ya no existe,
pero que aún sangra, porque el proyecto de una vida juntos no existe más.