Ya no estás.
Y no sé qué hacer con todo esto que quedó.
Tu lugar en la mesa,
tu nombre en mi cabeza,
tu voz que se apaga en mi memoria
aunque me niego a olvidarla.
Me prometiste que no te ibas a ir,
y te fuiste igual.
Sin despedida.
Sin un “cuídate”.
Sin nada.
Me duelen las fotos.
Me duele escuchar esa canción.
Me duele verme al espejo
y no tenerte al otro lado.
¿Dónde quedó todo lo que fuimos?
Las risas, las peleas,
las madrugadas hablando de cualquier cosa
como si el mundo no fuera a romperse.
Y ahora mírame,
hablándole al aire,
esperando un mensaje
que ya no va a llegar.
Pensé que el amor era para siempre.
Que si uno daba todo,
el otro se quedaba.
Pero no.
Te fuiste.
Y lo peor no fue eso.
Lo peor es que todavía te espero.