Andrés Mª

OCASO

Aquella nube perdida,

que se ha colgado en la cumbre,

para curar mis heridas

se tiñe de rojo intenso

al compás del sol poniente.

En este ocaso divino

la tarde invita al paseo

caminando hacia la noche.

Y a mí la noche me hechiza

con esa luz de azabache,

con esa luna creciente

que se pasea, cual niña,

que desea ser mujer.

Hasta el cielo le hace guiños

con sus millones de estrellas

que titilan temerosas

desde el teatro del mundo.

Y yo aquí, tan pequeño…

visualizo el escenario

por donde fluyen mis sueños,

que me acercan a mi Dios.