Me Visita, Mi Amiga La Tristeza
Llega a veces una compañera callada,
Melancolía de suave paso,
No huyo ya de su llegada,
Pues trae consigo un claro abrazo.
Antes forcejeaba, hoy me entrego,
En su mirada antigua encuentro un saber,
Revela rincones que oculto llevo,
Secretos que prefiero no atender.
En su abrazo hallo calma,
Mi centro palpita, sereno y entero,
Libre de pesar, solo alma,
Floreciendo en su encuento sincero.
Al partir, agradezco su enseñanza,
Permiso le doy para continuar.
Algunos días busco su cercanía,
La convido a mi hogar, sin dudar.
Frente a frente compartimos horas,
Diálogos profundos, sin prisa ni fin,
Aunque deje en mis mejillas señoras,
Gotas que limpio con ánimo al fin.
Sonrío entonces, pues vibra mi ser,
Una paz dulce recorre mi piel,
Transmite verdades que hacen estremecer,
Luz y oscuridad, fiel a mi ser.
Viste un manto plateado, neutro y real,
Honesto como el alma que habita en mí,
Severa conciencia, sin trampa ni igual,
Ante ella, máscaras caen hasta el fin.
Cuando rugen tormentas dentro del pecho,
Es ella quien llega, veloz y segura,
Apacigua el caos, aquieta el despecho,
Silencia las voces de amarga locura.
Es un puente hacia adentro, valiente sendero,
Si me animo a cruzar su umbral callado,
Me guía con suave soplo ligero,
Hacia mi núcleo, sereno y guardado.
Y al regresar, fortalecida y entera,
Me hallo al fin, sonrisa perenne en la boca,
Nunca más sola en mi espera,
Renovada existencia que poco a poco brota.
—Luis Barreda/LAB