Desperté con la espalda convertida en umbral,
una bisagra crujía bajo mi piel,
y de mis costillas brotaban cerraduras
que ninguna llave reconocía.
El aire olía a pasillos sin nombre,
a retratos deshechos por el polvo del tiempo.
En el espejo no estaba yo:
sólo una silueta hecha de bruma encorvada.
Una voz -que no era voz,
sino un rumor que me arrastraba hacia adentro-
me dijo que siempre había estado allí,
esperando que me despojara del rostro.
Y así fui quedando en las grietas del muro,
sentado como estatua sin estatuto,
custodiando un secreto que me inventa,
mientras alguien, allá afuera,
aprende lentamente a olvidar mi nombre.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.
(poética de Justo Aldú)
No escribo para explicar el mundo,
sino para descifrar el eco de lo que tiembla detrás de la puerta.
Mis versos no buscan sentido,
sino una grieta:
un respiro entre el silencio y el susurro
donde el lenguaje deja de fingir que sabe.
Habito los pasillos de la mente
como quien camina con los pies descalzos sobre sus recuerdos.
El cuerpo, en mis poemas, es cerrojo y es umbral;
el alma, un lugar deshabitado que aún respira en los retratos rotos.
No creo en la identidad fija:
el yo es una silueta de bruma
que el olvido talla con manos de viento.
Mi poesía brota de cerraduras sin llaves,
de voces que no se pronuncian,
de estatuas sin estatuto que custodian secretos que las inventan.
No es inspiración, es conjuro.
No es mensaje, es huella.
Escribo desde la grieta,
para los que alguna vez sintieron
que alguien los había deshabitado por dentro.