Asung Pen

PARA GAZA 4 POEMAS

 

En Gaza


(Para ellos soñar es todavía un sueño)


Arar la arena de Gaza con tridente de plata,
tridente vidente,
que señale muerte evidente
de tanta gente saltando al vacío,
en la arena blanca que estalla en metralla:
el fierro en trozos,
la sangre en gotas:
pesadillas, petróleo y humo,
en las calles sin niños,
blancas y cubiertas de sábanas… y muertos.


En Gaza,
los horizontes mueren de noche,
y las lunas
bajan oscuras a buscar niños y madres,
escondiéndolos de la muerte y sus silbidos.


En Gaza,
un niño de ojos negros,
sin sabiduría de guerra,
abre su boca
y sopla bombas de espuma.
Tiene bravura de niño riendo,
y cuando llora,
las madres lo buscan
y se callan las balas;
los hombres se visten de blanco
y hablan de paz.
Ese niño reúne madres perdidas,
padres tristes y hermanos solos
en un orfelinato oculto en el desierto,
para que no pierdan más hijos.


En Gaza,
la tierra blanca abraza el brazo partido,
el pequeño genocidio de todo,
genocidio de todos los sueños,
sueño de todos los genocidios.


En Gaza,
la tierra blanca se traga la sangre.
La bebe toda.
Se vuelve blanca.
pinta las casas, todas rotas,
en color blanco sangre.


(En Gaza,
la gente trata de vivir
con lo poco que les deja la muerte).

 

Acá en Gaza

 

El cabestrillo moja su brazo partido,

lleva río rojo tocando la danza del dolor,

dos dedos, una mano,

un saludo a los niños volando – ya sabemos que no volverán –

un saludo,

puesto que acá en Gaza

la gente vive en un pie,

un ojo y una mano,

lo otro se lo lleva el horror.

 

Yo veo a los niños llorando,

no es un llanto común,

no es el llanto de mi hija.

 

Allá en Gaza el dolor tiene otro nombre,

muchos nombres

que se dispersaron en fierros torcidos,

en todos los ladrillos o sus fragmentos,

tiene el nombre de niños perdidos,

de madres obligadas a soñar con otro día

y con otros niños perdidos.

 

(En Gaza la dignidad ha perdido su cara más feliz, pero conserva su cara más valiente

y yo no quiero que sean valientes).

 

 

La Hogaza de Pan en Gaza

 

El Pan de Gaza,

Hogaza blanca.

El niño de Gaza,

come una Hogaza de Pan,

amasado en la arena de Gaza.

 

Su labio

marcado por el grito,

con su madre al frente,

la metralla arrasa.

 

La masa en la mesa blanca,

la cal en los muros,

la blanca Hogaza de Gaza,

blandida como garrote,

se come la arena que entierra las casas.

 

Una Hogaza de Pan,

una gasa cubriendo el Pan que hornea,

el Pan en Gaza cuesta tres rupias,

tres rubros,

tres yuanes,

tres marcos,

tres florines.

 

Una gasa filtrando el café del soldado, el fusil empotrado

en las almas de los que se fueron

sin Hogaza de Pan en Gaza.

 

Una Hogaza de Pan me llevo,

una Hogaza de Pan reparto,

no se multiplican en Gaza.

 

Los niños se esconden.

Los soldados a la caza.

Los niños, sin casa,

sin Hogaza,

en Gaza,

se quedan gritando.

Se quedan en la pared de su casa.

 

Se quedan sin padres

que ya no lloran su amor a Gaza

sin casa,

sin Pan,

sin Hogaza.

En Gaza,

la Hogaza,

la caza,

la maza,

son el Pan de cada día.

 

Gaza blanca

(Continúa y sigue,

silencioso,

llevándose la arena

que dejó el mar con su bravura cósmica,

arrugado en su solapa de entierro,

hilvanada de miradas largas,

justo antes de morir.)

 

Casa blanca en el desierto.

Flota,

se derruye como ceniza de incendio

en la franja delgada que apenas huele mar,

sintiendo pena y dolor de niño en guerra,

la desesperación llenando los pechos de las mujeres

que se vacían en gritos,

en muertes que tiñen el desierto de espanto.

Mi herida lleva una gasa que me protege,

una Gaza que me da dignidad

para morir entre piedras y fierros,

sintiendo el dolor de las bombas

que muerden los niños dormidos de la noche.

 

(Continúa y sigue).

Sobreviviré solo,

hirviendo en el fierro,

moliendo piedras con los huesos de mis hijos,

haciendo cal con el cráneo de mi amor.

Mi esposa, sentada, espera balas,

espera mariposas con el color de la muerte

cayendo noche tras noche,

antes de amanecer,

mientras una libélula amarga

estrella el alba con su metralla.

Cintas de sangre corren hacia un río

que se entierra

en las venas de la guerra.

 

(Continúa y sigue,

¿Cuántos ojos más necesitas para hacer miradas de espanto?

¿Cuántos niños muertos contarás antes de detenerte?)

Solo,

con el sol sobre la vista blanca manchada de huesos secos,

de mantas y mortajas,

de niños amamantados con intemperie y guerra,

en esa tierra de escombro que solo

pierde mis muertos,

su dignidad

y demuele con más gritos,

con más horror,

dejando morir a sus niños

en un Muro destruido por el Lamento.

 

(Continúa y sigue,

los griegos del futuro no van a cantar tu hazaña;

los niños del futuro quizá te recuerden,

pero te van a olvidar.

 

Solo el dolor puede contenerte:

te teme más que yo.

El dolor –

estrellado en las paredes blancas

de ese desierto bíblico,

sin dios que lo proteja –

te aseguro:

será tu sombra y tu vergüenza.En los sábados.

En los domingos de tu familia).