Dicen nada es suficiente y se sumergen en sus frentes
sin esfuerzo y desde allí operan, tasan, rielan
el negocio que les toca mantener tan siempre en vela.
Les ocurre algunas veces tropezar con aparentes las paredes
al ponerlas bajo suela semejante a quien asila un amplio descontento
revuelto ya en las tripas, infinita decadencia
que jamás se desencripta al razonar con las estrellas.
Muerte que es selecta, derecha a complacer,
cuando necesitas un poco más de margen y te supera alguna fiebre
que tus cimientos hará que vibren, y sabrás que esto es terrible
cuando falten las palabras, la intención flaquee incluso
condenado a contenerte porque crece en ti el disgusto.
La mitad de lo que pienso va a perderse en la colina,
piedras de lamentos que quisieron ser la brisa soñolienta
tan conscientes de su peso al caer sin qué refrene,
miserables compañeras de juergas que trasnocho,
del llanto y del trastorno que componen mis ojeras,
las primeras en sincerarse hoy ante todos, que golpean
sin clemencia la puerta y si entran soy presa
próxima en servirse, festín de momentáneas sus altezas.
Mi vida se tira al vacío de estas oscuras fechas,
dependiente ella al filo del camino adonde lleva,
bella aunque la impregnan y merman yemas ardientes,
figuras que ruedan abajo a su suerte aquí nuevamente
sin reglas, mordiendo penumbras otras frecuencias,
letras al viento que ignoran de ser la ansiada respuesta,
el mítico culmen después con la técnica, luz del abismo
que hay fácil debajo, una que he visto detenerse en un pálpito.
Cuánto me juego en el cuarto de miedo que a punto me tengo,
cínico inmerso en mi sueño terreno, otro rango al que aspiro
aunque no puedo porque sobro por el fondo allá remotamente,
único certero antes que la fatalidad me embauque.
Si muero encadenado volverá mi espíritu a solazarse en esas tardes,
y dispongo yo que llueva de forma elegante su gentileza,
mía al tomar la amarga mezcla que me disgrega,
polvo brillante al batir de pronto un ala si cabe.