LOURDES TARRATS

El bosque del olvido

El bosque del olvido

Hubo un bosque,
nacido del aliento de una estrella,
con ramas que tejían el lenguaje
de lo que aún no sabíamos nombrar.

Sus hojas eran ojos antiguos,
vigilantes del primer fuego,
y cada raíz una vena
de la tierra que sueña.

Era mi bosque—
no por posesión,
sino porque me habitaba.
Era mi pulso,
mi refugio sin palabra.

Los árboles murmuraban secretos
que ni el tiempo podía corromper.
Allí, el amor no era acto,
sino atmósfera.
Un perfume que rodeaba el alma
sin pedirle forma.

Pero un día,
el bosque comenzó a arder
sin humo, sin llama.
Se fue consumiendo
como una carta no leída,
como un dios olvidado en su templo.

La memoria retrocedió,
como marea tímida.
Las raíces se deshicieron
en sílabas sueltas.

Y me quedé sola,
en un claro
que ya no era claro,
sino espejo roto.

Creí que el bosque había muerto.
Pero entonces,
al tocar el centro de mi pecho,
sentí cenizas tibias,
y en ellas, un átomo
que aún respiraba.

Ahí lo supe:
El olvido no es la ausencia,
sino la renuncia a imaginar.

-L.T.