Con el agua hasta el cuello cada día
y las cuatro metáforas que intento
me levanto sin más filosofía
que vivir, y con eso me contento.
Al juez de la pasión le tiembla el pulso,
mis ripios de bufón no te hacen gracia
y el vino continúa con su discurso
de darme otra botella que no sacia.
Tu corazón se enfría a la intemperie
y el mío, entre tanta estratagema,
le da limosna al asesino en serie
que busca el corolario a tu teorema.
A falta de satanes y de glorias,
aburro a mi fantasma cuando pasa
contándole de nuevo las memorias
del frío purgatorio que te abrasa.