Viene cuando el silencio se deshace,
descalzo entre relojes que no suenan
y recoge, uno por uno
los secretos que duermen en los cerrojos rotos.
No tiene rostro, sino un hueco de viento,
una mueca tallada en el hollín del insomnio.
Camina por los pasillos de la mente
como si el pensamiento fuera un palacio abandonado.
Donde pasa, se abren los baúles del alma:
cartas sin remitente,
selfies sin fecha,
nombres que nadie osa pronunciar de día.
Y si se lleva algo -una llave, una lágrima,
una frase olvidada en un susurro-
no sabrás que ha estado contigo
hasta que sientas frío donde antes ardía una puerta cerrada.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025