El tiempo es un juez sin alma ni pena, 
que borra caricias sin ver el dolor. 
Nos da primaveras cuando es demasiado tarde 
y roba los besos que dicta el amor.
Tú eres el alba, yo el sol que se apaga, 
y aunque mis manos te quieran tocar, 
el tiempo nos dice que todo es en vano, 
que nada a su sombra podrá perdurar.
¡Qué ironía amarga la que nos toca, 
qué cruel sentencia nos da el destino! 
Tú apenas empiezas a amar la vida, 
yo ya transito mi último camino.
Pero no importa si nunca me tienes, 
si este naufragio no tiene final. 
Porque en tu risa mi muerte renace, 
y aunque me duela, me hace soñar.