(Inspirado en el Salmo 8)
Oh Señor, Rey poderoso,
su Nombre es santo y glorioso;
la tierra canta en su honor,
el cielo brilla en su esplendor.
De voz de niños, dulce y fiel,
brotó su fuerza con poder;
silencia al malo en su furor,
y al enemigo vengador.
Al ver los cielos sin final,
la luna danza en su ritual,
los astros giran sin error,
el mar entona su clamor.
Mi alma tiembla al meditar:
¿quién soy, que vienes a mirar?
Tu luz me cubre con tu paz,
mi ser renace y vive más.
Hombre nos hizo, casi igual
al ser de gloria celestial;
nos dio la tierra por heredad,
con todo ser y potestad.
Las aves vuelan sin cesar,
los peces cruzan ancho mar.
Y el hombre cuida por su ley
la creación del gran Rey.
No al sol ni al monte voy a orar,
ni al río, al fuego o al mar;
al Creador alzaré mi voz,
pues solo Él es digno: Dios.
Oh Señor, cuánto resplandece
su Nombre en todo lo que crece.
Desde el Edén hasta el final,
¡Eres mi Dios, eterno y real!
Mashíachat Elohim