Fui verbo silencioso entre tus huesos,
palabra sin dios... antes de tocarte.
Tus muslos me dijeron el futuro,
y el vientre fue la Biblia de tu furia.
No hay fe más poderosa que el instinto,
ni credo más honesto que el sudor.
Tus poros me dictaron profecías,
tus grietas susurraron el abismo.
Fui apóstol del placer sin penitencia,
mi lengua fue sermón sobre tu piel.
Mirarte fue romper mi propio dogma,
adorar sin temor lo que condenan.
Tus manos... sacrilegio bendecido,
tu cuello, catedral en carne viva.
Allí donde otros piden redención,
yo quise perderme sin regreso.
No quiero el cielo limpio de promesas,
prefiero arder contigo en tu verdad.
Si existe un dios, me hablará en tu gemido.
Si hay salvación, será en tu templo