Olvidaste al ponerme las esposas
que yo tengo una copia de la llave.
Hay prisiones que son tan caprichosas
que te encierran dejándote en la calle.
Tras el último beso que me diste
me dejaste una marca con dos ruedas,
una mano portando un arma en ristre
y en la otra, a su vez, treinta monedas.
Trasplantaron con éxito tu nuevo
corazón de latido desangrado.
Ahora tienes otro bypass de hielo
y un talón con tus deudas al contado.