Se debe aspirar
a una perfecta
armonía
entre el instinto
y el pensamiento.
Si uno sobrepiensa
puede llegar a hundirse
en las arenas movedizas
de la incertidumbre,
calcinarse en el paraíso
de las dudas tramposas
y quedarse en el océano
de las mil y un respuestas.
Y si por el contrario uno
reacciona sin pasar primero
por los rocíos de su mente,
los lagos de su conciencia
y descender al limbo
más menguante hacia
su más oculto secreto,
perdería sus distinciones
con el animal más salvaje.
Primero hay que aprender
a ser poeta,
no romper ni deformar
la realidad,
sino verla y describirla
tal como es.
Solo así se podría
llegar a soñar con
dividir al menos
un átomo de tu universo,
un átomo de tu existencia.