Dianne D.

Veneno de miel

Te guardo en el cuenco tibio
de mis manos de algodón,
como se guarda el rocío
en la pestaña del sol.

Te hice un rincón en mi taza de té,
justo donde se enfría el primer sorbo,
y escondí tu nombre en el vapor,
para que sólo yo lo sepa cuando bebo.

Guardo tu risa en mi manga izquierda,
donde nadie más busca cosas valiosas,
y si otra la escucha,
no sabrá que pasó por mis oídos primero.

No es celosía, amor, es abrigo:
te llevo conmigo como quien lleva
una canción que nadie más recuerda,
y no quiere enseñar la letra.