Me gustan los abrazos cuando el silencio se extiende.
Cuando el diálogo no alcanza su dosis de placer.
Que nadie te oiga, ni te oigas tú.
Aprendo a leer tu respiración,
tras un puñado de gestos contenidos.
El viento se ha calmado y seguimos en pie.
Y agradezco en silencio.
Que este instante no se apague.
El corazón se hincha, luego se desploma.
Concedámonos ese lujo una vez más,
que la llama arda fuerte y calcine la distancia.
Me extraña tu aroma
o soy yo quien lo extraño más.