Diez de la mañana, es temprano.
Rápido y en silencio me preparo.
Zapatillas rotas y pantalón largo.
Despierto a mi padre y nos vamos.
Hace calor pero hay buen viento,
sopla fuerte pero voy sin miedo
contra un gran torbellino,
voy a un nuevo destino.
Son diez cuadras, todo recto.
Cuadras largas, mucho tiempo.
Camino estrecho y sin semáforos.
Vereda de cemento y pocos autos.
El viaje es largo pero rápido,
se hace corto si vas tranquilo
contra el gran torbellino,
hacia un nuevo destino.
Escuelas chicas y un lugar de voto.
Olor a porro y mural del Diego.
Una plaza escondida en el barrio.
Casas discretas y dueños baldeando.
Solo en silencio se aprecia bien
el olor a mañana y el ruido de
este gran torbellino,
de este nuevo destino.
Cada vez mucho más cerca.
A cada paso una calle nueva.
No se ve bien a simple vista
pero el viento sopla a la derecha.
Si me quedo, mucho mejor,
nunca me sentí tan sereno.
Este torbellino me llevó
hasta mi nuevo destino.
— ¿Ya llegamos?
— Si, acá es. ¿Esperamos?
— Sí, no hay ningún apuro.