Bajo el remoto cielo azul
ya no corre ni ríe el niño que fuimos.
¿Qué pasó en la brevedad
fortuita de la vida?
Veo el campo sembrado
de sombras de piedra,
veo escombros y rostros duros,
dedos que me acusan
y el eco de las voces amadas
que me llaman
y luego me dicen adiós desde lejos
agitando borrosas manos …
se van;
se fueron,
y la vida se afirma
en su despiadado vacío.
Náusea, vértigo y sombras
nos dejan los años
acechados por la fatiga
del que espera en el insomnio.