No tememos a la ruina,
tememos a la duda que sacude los cimientos,
a la chispa que incendia las certezas heredadas,
al grito incómodo que pone en tela de juicio
la autoridad de siglos construida sobre el miedo.
Nos quieren mudos y dóciles,
que no pensemos en la guerra ni en el salario,
que no preguntemos por la moral ni por la propiedad,
que no exijamos ni soñemos lo imposible,
que volvamos a los fantasmas, para no tocar lo real.
Pero hoy salimos con la lluvia sobre el pecho,
alzamos banderas, aunque tiemble el suelo,
porque hemos visto que el cielo se abre
cuando marchamos con amor y con rabia,
cuando nos reconocemos fuerza viva del pueblo.
Somos hijos de historias insurrectas,
no venimos a repetir mandamientos,
sino a discutir el mundo, a rehacerlo juntos,
a dudar con coraje y a vivir sin permiso,
porque la felicidad será de todos o no será.