Javier Julián Enríquez

Llanto por el Edén perdido

Donde el verdor sublime florecía,
cual palio de esplendor resplandeciente,
y el alba, como perla reluciente,
en cálices de luz se deshacía;

hoy así observo el bosque que vivía
próspero, transformado en indigente
erial marchito, páramo doliente,
desprovisto de gracia y armonía.

¿Qué designio funesto, qué quebranto
trocó este paraíso en polvo inerte,
despojando al jardín de su alto canto?

La tierra se desangra por su suerte,
mientras elevo un doloroso llanto
ante este reino herido hasta la muerte.