Todo empezó...
y aunque, en algún sentido, nos sea irrelevante,
aquí estamos, hurgando en las entrañas de nuestra existencia como una gallina hambrienta que escarba la tierra.
Hemos desenterrado, impulsados por curiosidad o necesidad, los tesoros —guardianes involuntarios— de fragmentos del gran rompecabezas.
Somos un universo que logra pensarse a sí mismo,
que en su implacable caos pide una tregua frágil…para meditar, para presumirse con asombro al espejo, prometiendo que volverá.
Mirar al cielo, sublime en su inmensidad,
es recordar de un flechazo la singularidad de nuestra existencia y el derecho primordial que nos fue otorgado, que nos embelesará por siempre.