A veces hay que anestesiarse.
Dos días.
Tres días.
Qué sé yo.
Anestesiarse de vez en cuando
para no sentir,
para no tocar,
o para tocar sin habitar.
Para no quebrarse
en pleno recorrido.
Pero yo…
yo llevo anestesiada toda una vida.
Anestesié
para poder dormir
aunque no descanse.
Para mirar desde otro lado.
Para tocar sin habitar.
Para amar sin habitar.
Camino,
me visto,
escribo,
borro,
vuelvo a caminar.
Ya no encuentro formas para dejar de fingir que esta anestesia no alcanza.
Porque también duele.