Con el silencio secuestrado
el argón derrite a mi semejante,
que sediento, bebe un enjambre
de avispas, con los ojos cerrados.
Ese, con el más viejo saber
observa ,como si el alma llenara sus cuencas.
Escuchando a un desesperado cascabel
que habla con la lengua muerta
y con un sordo pálpito
deja revelado en el maltratado corazón;
que luego del tránsito de la aflicción no sabrá ni qué es la sospecha.