Llovían piedras del aire,
en el invierno oscuro
hielo negro traicionero,
carámbanos astillando corazones,
y en verano, del cielo fuerte llovían
saetas de granizo de ozono.
Sangre en el rostro,
piernas clavadas,
dientes que aprietan.
Apredimos a revertir el dolor
cuando la tierra se desgranaba
y se hizo fértil el olvido.