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 El Eco de Tu Lucha, Madre

 


Siete años se extienden, una eternidad marcada,
Desde aquel viaje incierto, mi vida desgarrada.
Madre mía, mi prenda amada, lejana, en tu calvario,
Con mis hermanas, la vida es un virtual relicario.
El tiempo, cruel verdugo, araña mi memoria,
El espacio, un abismo, que devora nuestra historia.
La distancia, puñal gélido, su factura me ha cobrado,
Un costo impagable que mi ser ha desolado.
Intento sobrellevarlo, mas el alma se me merma,
¿Cómo pagar esta aflicción que mi espíritu enferma?
Un dragón hambriento, innombrable en su furia,
Consume tu esencia, madre, mi corazón, qué injuria.
Me exprime por dentro el dolor, un río desbordado,
Abre en mis ojos abismos, un llanto desolado.

 

¿Qué hacer con este nudo que me ahoga cada día?
Un dolor que te consume, te roba la alegría.
Te ensimisma hasta el silencio, te apaga la mirada,
Te hace dudar de Dios, que tu fe esté quebrada.
Pero mi alma se aferra a un Dios que nunca falla,
Él solo da las cargas más pesadas, en cada batalla.
Las más robustas, las que sabe que podemos soportar,
Quienes las llevan, su nombre sabrá recordar.
Hoy y siempre, por mi familia, mi plegaria es un clamor,
Con cada letra que escribo, derramo mi dolor.
Pidiendo a Dios que se acuerde de mi voz, de mi grito en la noche,
Él siempre me ha cumplido, ha sido mi único broche.
No dudo que esté a tu lado, madre, en esta cruda guerra,
Pero esta vez, mi alma clama, mi corazón se aterra.

 

Que no se haga mi deseo, sino Su voluntad inmensa,
Pues solo Él da y solo Él quita, en Su divina clemencia.
¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Él por cada aliento que se nos da!
Por cada día que el sol nace, por la noche que vendrá.
Por ver el amanecer pintado, las estrellas en el cielo,
Dios sabe que, de poder, cambiaría este cruel modelo.
Cambiaría lo que fuera por ti, madre, sin descanso,
De día y de noche, que el día fuera eterno en tu remanso.
Tus dolores, los míos, para hacerlos más llevaderos,
Que mi alma se consuma si así tus pasos son ligeros

.

Un nudo en mi garganta, un silencio que me ahoga,
Me atormenta sin tregua, la pena me deroga.
Ya no puedo llorar, la fuente de mis lágrimas se ha secado,
Un vacío en el pecho, un abismo desolado.
¿Es dolor lo que siento o la sombra del final se asoma?
Me consume, me deja perdido, en una eterna coma.
Vacío en mis palabras, la mirada perdida en la distancia,
Entre Chile y esta Venezuela, una eterna constancia.
Cada kilómetro es un peso, cada día una agonía,
Siete años de ausencia que mi espíritu vacía.

 

Recuerdo tu risa, tu abrazo que era hogar,
Ahora un eco lejano que no puedo alcanzar.
Esta enfermedad, para muchos sin cura,
Para mí, solo Dios puede aliviar tu amargura.
En Él confío, en Él me aferro, mi esperanza no desisto,
Es el faro en la tormenta, la razón por la que existo.
Un brillo tenue, pero constante, en la más densa oscuridad,
La fe que me sostiene, que me da la vitalidad.
No es un adiós, es un compás de espera doloroso,
Un tiempo detenido, un amor inconmovible y precioso.
Aunque el cuerpo se debilite, tu espíritu es de acero,
Y mi amor por ti, madre, un sentimiento verdadero.

 

Te amo, madre mía, con cada fibra de mi existencia.
Y te amo, Padre de la Gloria, mi última resistencia.
Que sea tu voluntad, la luz que rompa esta oscura noche,
Que alivie el tormento, que calme este fatal derroche.
Que el eco de tu lucha sea un himno de victoria,
Y que en cada amanecer, se renueve la esperanza y la gloria.
Porque el amor de un hijo, ni la distancia ni el dolor lo rompen,
Es un lazo sagrado que ni el tiempo ni la adversidad corrompen.

 

JTA.