A veces el alma quisiera rendirse,
dejar esta piel, dejar de insistirse.
Perderse en un sitio sin nombre ni historia,
borrar cada rastro, borrar la memoria.
Arde en el pecho un fuego callado,
por quien nunca miró, por quien fue negado.
Se ama en silencio, se muere en secreto,
se carga el vacío como hierro en el pecho.
Se odia la vida, se odia el camino,
se arrastra el cansancio como cruel destino.
Se sueña con irse, con no despertar,
pero algo invisible no deja escapar.
Se intenta, se cae, se vuelve a intentar,
aunque todo duela, aunque no haya hogar.
Se piensa en el tiempo que todo robó,
se llora el futuro que nunca llegó.
El mundo no escucha, no siente, no entiende,
el alma quiere gritar lo que calla la gente.
Y aún con la rabia que quema y que hiere,
se sigue viviendo… aunque el alma no quiere.
Yasuara Melgara