Tallaron en Donoso su codicia,
un tajo abierto al vientre de la sierra,
ahí el oro es sudor y no es delicia,
y el cobre, una falacia que se encierra
en pactos de mentiras sin justicia.
El Darién, que era un canto de verdura,
se deshoja en la fiebre de los tractos,
hasta el puma ahí tiene sepultura,
la raíz pierde idioma entre los actos,
y el ave ya no vuela en su espesura.
Los árboles se rinden sin protesta,
derriban su memoria sin clemencia,
pues el dios del mercado no detesta
cobrarle al aire limpio su obediencia,
ni al río su dolor tras la respuesta.
El progreso es un dios con dientes falsos,
promete pan, y entrega ruina y humo,
su altar se alza entre selvas y cadalsos,
y a cambio de futuro da consumo,
dejando a la esperanza en sobresaltos.
¿Quién traduce al tapir cuando se calla?
¿Quién escucha la sangre del helecho?
Tal vez quien mire el lodo en la pantalla
comprenda que el progreso así mal hecho,
es la ruina cuando el alma no lo halla.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.