Que este amor que arrastro no vale nada para ti,
que tal vez tú también llevas el vacío tatuado en el pecho,
pero aprendiste a disimularlo mejor que yo.
Deja de fingir que todo está bien,
porque este maldito teatro me está pudriendo por dentro.
Cada segundo que sostienes el silencio
me hace más miserable,
más ruin,
más muerto.
Cuando tengo que verte cada día en la oficina de al lado,
tiemblo…
como si fuesen mis últimos instantes.
Y tú ríes, como si entre nosotros nunca hubiera ardido nada,
como si todo lo que quemó mi piel para ti no fuera ni ceniza.
Dímelo, aunque sea para clavarme la daga de una vez,
pero no me sigas matando de a poco
con tu juego de ausencias.
Solo dime algo, lo que sea, aunque sea una mentira.