Todo empezó...
entre anarquía y misterios inducidos
por flemática aleatoriedad,
que, en recóndito lugar,
un chorro energizante de baja entropía
junto a polvo estelar
dio a luz a una molécula que prometía perdurar.
Esa molécula, improbable,
quebradiza y temblorosa en el tiempo,
se replicó sin cautela,
con arrogancia ante las demás,
ostentando en su simetría
el afán de obstinar.
No era consciente de su destino,
cortejada por el tiempo,
cansado ya de rodar sin testigos,
y talló neuronas,
talló ojos,
talló oídos.
Hasta que un día,
sin alerta ni aviso,
entre sinapsis anónimas
ocurrió un destello.
Era algo nuevo, escalofriante.
Era memoria, pedazos del tiempo.
Era miedo,
la certidumbre de lo prometido.
Era el primer pensamiento,
vestigio de sí mismo,
comprendiendo que no respondía \"el ser\":
el enigma de estar vivo.
El cosmos acechaba invadido por sí mismo;
se habían sacudido sus entrañas.
Una molécula obstinada
y un soporífero tiempo,
esculpieron un espejo vivo, como regalo al anicónico cosmos, una aberración que observa, pero también pregunta y piensa.
Y lo hace con prisa porque conoce el frío anterior a su nombre, al universo descuidado,
y fantasea —inútilmente—
con no haber sido jamás.