LA SED QUE NO CABE EN LA BOCA
Llueve cada mañana sobre los campos,
los niños juegan descalzos en los charcos,
la sed es un recuerdo lejano,
y el pan se parte suficiente para todos.
Las manos cosechan sin miedo,
la tierra canta su gratitud.
Los líderes caminan entre el pueblo,
comparten la mesa, la palabra, y el agua.
¡Mentira!
Hace tanto que no llueve
No hay juegos.
No hay pan.
Un hijo se duerme con los labios blancos
y el estómago haciendo ruido.
El agua no canta,
gotea en los sueños como castigo.
Se compra. Se ruega. Se pelea.
Y a veces se entierra con los muertos.
Las manos no siembran,
se parten buscando algo que no está.
La tierra no canta,
cruje.
Los que mandan no caminan con nosotros.
Tienen sombra, hielo,
y mentiras bien vestidas.
A nosotros nos queda el sol pegado al cuerpo
y una sed que ya no cabe en la boca.
Mi abuela decía que todo se cura con agua.
Ahora la miro en su tumba seca
y no tengo cómo decirle que no.
© Corazón Bardo