¡Disarmonía!
La orquesta afinaba con nota especial,
y el eco anunciaba un concierto sin igual.
Creí que los acordes sellaban unión,
que eran escudo de firme intención.
Pero una nota ajena quebró el compás,
y nuestro ritmo cambió sin avisar.
La partitura escrita con fe y amor,
cedió sin advertencia a otro director.
Ya no éramos dueños del mismo escenario,
ni de la sinfonía que juntos habíamos soñado.
Y aquella armonía que solía envolver,
se volvió disonancia difícil de entender.
Pero entre los restos de aquella función,
compuse en silencio mi propia canción.
Un nuevo compás marcó mi porvenir,
y aprendí sin miedo a volver a escribir.
Laura Meyer