Quiero que el impúdico destino me arrastre hacia otras formas de estar en el mundo,
más allá de los preceptos conocidos, sin señales ni atajos,
para que en ese errar despierte la verdadera consciencia,
esa que me une al ser que nació en un estallido de vida,
en un vientre que anhelaba redescubrir sus propias esencias,
acorralado por la invasión intolerable de la pobreza,
que marcó mi llegada al mundo.
Porque desde mi concepción,
las puertas del olvido y el peso ineludible de la escasez
ya habían escrito el primer pasaje de mi historia.
Solitario en el vientre,
tuve una esperanza que se disolvió al conocer el miedo.
Fue la vasta noche quien me salvó
de los improperios de las estrellas fugaces.