*
Dijo que yo no estaba.
Que me había ido.
Que esa silla vacía no mentía.
*
Yo refuto.
Refuto con mi taza caliente,
con el sonido de mis pasos que todavía bajan la escalera,
con mi respiración empañando el vidrio.
Refuto con mi sombra que se proyecta sobre su espalda
mientras él afirma, muy tranquilo,
que no hay nadie más en la habitación.
*
Dice que no existo.
Que soy una construcción de culpa,
un eco de lo que fue.
*
Yo refuto.
Refuto con las migas que dejé en la mesa.
Con la luz del baño que aún parpadea por mi culpa.
Con la bufanda que olvidé en el perchero.
*
Él habla de mí como se habla de los muertos.
Con esa piedad selectiva que huele a exhumación.
Con esa voz baja que le gusta adoptar para hablar de mí
en tercera persona.
*
Yo lo miro.
No me mira.
Sigue hablando.
*
Dice que yo no puedo estar aquí,
porque ya no estoy en ninguna parte.
*
Yo refuto.
Pero él no escucha.
Sigue relatando mi ausencia con lujo de detalles.
Como si la ausencia fuera una alfombra que se puede describir.
*
Entonces camino hasta el espejo.
Y lo miro.
Y por fin me escucho.
Y por fin me veo.
*
Y entiendo.
Yo también estaba equivocada.
*
Yo también
me había ido.
*
A.B.A. 2025©
Amalia Beatriz Arzac
Buenos Aires – Argentina
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Imagen: La Mano de Alicia (1983)
Eduardo Luiz – Oleo sobre Tela