aviemas

Olas que no dejan rastro

Un plan que te favorece,

y aún me preguntas qué siento,

como si no supieras

que siempre entiendo.

 

Entiendo, comprendo,

escucho… estoy.

Estoy sin estar,

porque ya no somos.

 

Un teléfono,

paciencia y espera,

fe temblorosa

y desesperación sincera.

 

Un círculo eterno,

dos fósforos consumidos,

cenizas que se besan

antes de ser olvido.

 

Preguntas sin respuestas,

el tiempo las retiene,

miedo encerrado

en una habitación sin cierre.

 

Una caja de cristal

que guarda lo que arde,

verdades que gritan

aunque nadie las hable.

 

Repudio la distancia

que insiste en separarnos,

pero más aún el no saber

si quedarme o alejarme.

 

Porque el amor—ese amor—

me encontró por fin en ti,

y me aferro con un miedo

que no me deja decidir.

 

Estaba tan segura de ti,

tan segura del comienzo,

creí que el amor bastaba…

qué ingenuo pensamiento.

 

Te amo, lo juro,

con todo lo que implica,

pero ya no me escuchas

aunque mi alma te grita.

 

Los debates sin salida

son callejones del alma,

terminan solo porque

el miedo me calla.

 

Antes hablábamos de todo,

ahora… solo pienso.

Te escucho en silencio

y me rompo por dentro.

 

Guardo palabras y pensamientos

como bombas dormidas,

esperando su estallido

en alguna despedida.

 

Lágrimas que no bajan,

sollozos atascados,

olas que golpean fuerte

pero no dejan rastro.

 

Y sé que si no actúo,

si no grito lo que siento,

esas olas me arrastrarán

hasta el fondo del silencio.

 

Donde no hay eco,

ni voz, ni mirada,

solo un mar inmenso

de todo… y de nada.

Avi-