Milber Fuentes

La pausa que arde — cuando la carne suspende el juicio

Poner en pausa la vida

no para que espere,
sino para que el juicio cese.

El tiempo no se detiene,
pero yo detengo el filtro
con el que suelo mirar el mundo:
ya no quiero entenderlo,
quiero rozarlo.

Ella —máquina cálida—
pierde la mirada en sueños,
aunque su cuerpo
conspire en secreto.
Sus pupilas dilatadas
no miran: convocan.
La boca se abre apenas,
y en ese gesto
no hay palabra,
solo una exhalación
que pide ser habitada.

El deseo aquí
no es el ruido del cuerpo,
sino el silencio que lo antecede,
el instante
en que toda moral se apaga
y una verdad más antigua
nos roza como viento desnudo.

Una pausa que no congela la vida,
sino que apaga la lámpara del juicio,
para ver con ojos de sombra
lo que arde de verdad.

Y al suspender la lógica,
descubro que en su aliento,
en esa humedad que no pide nombre,
tiembla la única certeza:
no hay realidad más profunda
que el cuerpo
cuando deja de justificarse.